Una buena parte de mi carrera profesional está ligada al trabajo con niños y adolescentes, en diferentes ámbitos con diferentes dificultades. Desde que llegué a Bélgica he trabajado en dos instituciones (todavía trabajo en una de ellas) que acogen a niños y adolescentes autistas y psicóticos. Podemos considerar estos problemas como la expresión extrema del sufrimiento del niño, pero no la única. Los niños pueden encontrar dificultades, en su desarrollo, en sus relaciones con los demás, en la escuela.
La adolescencia es un periodo en el que las cuestiones vitales toman un papel principal en la vida emocional de los jóvenes. Ciertos conflictos se reactivan con los cambios que el crecimiento conlleva. Para muchas familias es el momento más difícil de la vida familiar.
Acudir con su hijo al psicólogo es reconocer una dificultad, aceptar la existencia de un síntoma, que nos gustaría poder comprender. El hecho de dar la palabra al niño o al joven puede ayudarle a encontrar una explicación a los procesos que en él se desarrollan.